Eloy

Hoy me apetece hablaros un poco sobre mi amigo Eloy. Él se morirá de vergüenza, pero la verdad es que no se me habría ocurrido nunca abrir un blog personal sin su inspiración y su ejemplo. Apenas puedo rememorar el día en el que le conocí -a través del amigo de un amigo, supongo- porque entonces mi impresión sobre él no fue para nada positiva.

Eloy era distante, no hablaba mucho y te traspasaba con una mirada llena de lo que interpreté como indiferencia. Nos encontramos en varias fiestas, donde él se limitaba a hablar con un par de amigos cercanos mientras daba lentos sorbos a su bebida. Y a pesar de su frialdad, era una persona que conseguía atraer a los demás. Yo misma presencié los intentos frustrados de varios chicos (e incluso alguna chica) para ligar con él antes de recibir un rechazo desapasionado pero tajante por parte de Eloy.

Sí recuerdo el día que empecé a hablar con él de verdad. Fue después de que un chico especialmente insistente hiciera su intento. Cuando me dispuse a salir del bar lo vi caminando unos cuantos metros más adelante, solo, con las manos en los bolsillos. Parecía especialmente ausente y, sin embargo, algo me hizo correr hasta llegar a su misma altura. Tuvimos una charla intrascendente, pero de repente empecé a ver en él cosas de las que no me había percatado.

Esa intuición se fue confirmando las siguientes veces en las que nos encontramos. Me di cuenta de lo tenso que estaba y de que a veces, en medio de una conversación, su mente parecía aislarse mientras se concentraba con el ceño fruncido en respirar. Eran sólo unos segundos, luego sonreía, asentía con la cabeza y volvía a intervenir como si nada hubiera pasado.

Cuando ya hacía meses que lo conocía por fin me contó que sufría de ansiedad social moderada. Había tenido episodios de depresión, pero ya estaba mejor. Aun así, reconoció que le seguía costando estar en determinadas situaciones sociales y, sobre todo, recibir la atención de desconocidos. Al principio no supe qué decirle, pues nunca había oído hablar de la ansiedad social como un problema recurrente. También estaba sorprendida, porque no me acababa de encajar el chico que tenía delante con el tópico de persona tímida y con problemas de autoestima.

Estoy segura de que Eloy querría que destacara que su problema no se debe a un trauma infantil, pues así me lo remarcó en las conversaciones posteriores que tuvimos. Nunca sufrió bullying de pequeño y tuvo la suerte de tener una familia que le apoyó en todo momento (de lo que doy fe tras conocer a sus padres).

Poco a poco, se fue abriendo cada vez más a hablar de lo que le ocurría y no sólo conmigo. En estos años le he visto superar muchas situaciones que sabía que le provocaban ansiedad, dando pasos que resultaban invisibles para quienes no le conocieran. Y el estar ahí respaldándolo, animándolo a seguir avanzando sin presionarle, me ha permitido a su vez conocer a una persona maravillosa, inteligente, única y con un gran corazón.